Finalizada la colada, acompañé a Jeff junto con dos amigas suyas a una tienda gigantesca de ropa de segunda mano en la que me compré un par de forros polares por 10 euros. Mientras vivía en Staten Island, Nueva York, se hizo llevar un cargamento de chicle natural, al que era muy aficionado. 1500 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para entregar los vehículos en un concesionario que los vendería a mejor precio.