Dirigir cualquier encuentro es como que puede ser el último de tu vida. A partir de ese momento se dedicó a entrenar a los juveniles del Torpedo con el silencio como norma. Ahí, con dos mil tíos levantándonos a las cinco de la mañana, corriendo por la montaña con el fusil, limpiando por todos los lados. Con lo tozudo que eres, cómo te van a dejar ahí, ¿para limpiar las botas?